Ella da otro paso. Él mira suplicante, pero no dice nada. Ella avanza medio paso más. Él le entierra los ojos en la espalda, uno en cada omóplato, con una intensidad perturbadora, pero no dice nada. Ella aún da otro paso más, y sus ropas, de vieja, bailan con el impulso de sus piernas. Los ojos del hombre no son ojos: son dos garfios, dos remolques municipales, dos grúas caterpillar. Ella da un último paso, y se endereza altiva, distante. Los ojos del hombre botan lágrimas de fatiga, silenciosos. Ella gira al fin. Lenta, majestuosamente, mientras en sus piernas refulge el brillo del sol. "Ahora trata de volver", articula el hombre, que tiembl entre risas y lágrimas.
-Abre el balcón. La hora de una ilusión se acerca... La tarde se ha dormido y las campanas sueñan.
Que tú me viste hundir mis manos puras en el agua serena, para alcanzar los frutos encantados que hoy en el fondo del agua sueñan... Sí, te conozco, tarde alegre y clara, casi de primavera.
Sobre la tierra amarga, caminos tiene el sueño laberínticos, sendas tortuosas, parques en flor y en sombra y en silencio; criptas hondas, escalas sobre estrellas; retablos de esperanzas y recuerdos. Figurillas que pasan y sonríen. -juguetes melancólicos de viejo-; imágenes amigas, a la vuelta florida del sendero, y quimeras rosadas que hacen caminos... lejos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario