sábado, 16 de agosto de 2008
Un sueño.
Voló a un sueño lleno de olores y colores curiosos, ella nunca soñaba con olores y menos con colores, nunca llegaba más que al sepia. Primero un dulce olor a margarita, luego un calido color índigo. Todo se volcaba distinto ni su imaginación llegaba a tanta distinción. Pero el olor ceso, mas el color siguió siendo su estupor. Luego, cuando ya bailaba al ritmo del etéreo viento mortecino un cambio se asomo, era una fragancia compuesta y oscura, era la noche que se asomaba junto a las estrellas por la ventana. Todo era tan natural, el miedo abundaba en ella, pues era casi una pesadilla. Lo que más la atemorizaba del sueño era el olor, ese olor que amaneció a su derecha, lo mas extraño era que lo podía ver… y jamás se separo de ella. Con el tiempo se dio cuenta que siempre estuvo a su izquierda y que tan solo su visión la engaño en aquella ocasión. Y así por siempre la acompaño, hasta en los lugares y momentos menos pensados, siempre fue su cómplice y nunca se supo de alguna traición.
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