Llevo el prisma de tus ojos en mi casco de astronauta y la tímida aurora de tus células.
Y todas las noches bajo la Vía Láctea parecen eternas si tú no estas.
Y todas las noches desde mi ventana, conjuro tu nombre inmortal.
Y aveces llora mi piel, cuando se empaña de anhelos e infla mi mente, con tantos recuerdos, que ya no me puedo dormir. Y en la alfombra de tus sueños soy el rayo vagabundo y desmaya y dolece, pero no se apaga.
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